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  • 26 de febrero de 2024
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Por María de Bernal

Hola, amigos todos. Pues sin querer resulta que ya llevamos vividos más de 10 días de esto que llamamos cuaresma. Sin quererlo, esta realidad nos alcanza, ya sea porque vemos los anuncios de los mercados que nos invitan a comprar los ricos alimentos “propios de cuaresma” como los nopalitos, el pescado delicioso, las tortitas de camarón, la capirotada de postre… o ya sea porque en los restaurantes se nos ofrece el menú de cuaresma, o ya sea porque somos católicos y recibimos ceniza el pasado miércoles… o ya sea porque somos costumbristas y simplemente sabemos que estamos viviendo el tiempo de cuaresma que terminará en la Semana Santa y… no sabemos ni por qué.

Bueno, lo sabido no se explica, que si cuaresma significa cuarenta, que si el ayuno, que si la limosna, que si tantas cosas. Pues déjame decirte que la cuaresma es mucho más que esto. Ve si no. ¿Tú sabías que el número cuarenta tiene el significado bíblico de purificación? Entonces la Cuaresma es un tiempo para purificar nuestra vida en el mejor sentido de la palabra, purificar nuestros sentimientos hacia los demás, por ejemplo, purificar nuestras intenciones en torno a nuestras conductas, a veces poco claras; purificar nuestra mirada y librarnos de prejuicios, purificar nuestro modo de amar para hacerlo más parecido al de Jesús, por ejemplo.

Y si hablamos del ayuno, seguro que nos quedamos en lo de la carne y el pescado cuando en realidad el ayuno tiene mucho más que ver con una renuncia personal a un gusto o a algo que a lo mejor no nos hace bien y que de alguna manera nos tiene esclavizados. El papa Francisco nos da algunas ideas que te comparto, dice: ayuna de descontentos y llénate de gratitud, ayuna de palabras hirientes y trasmite palabras bondadosas, ayuna de pesimismo y llénate de esperanza, ayuna de rencor y llénate de reconciliación, ayuna de preocupaciones y llénate de confianza en Dios.

Tenemos, también, muy propio de este tiempo, la limosna. Un término muy mal entendido, porque parece ser que se refiere a dar de lo que te sobra y no es así. En cuaresma, es especialmente importante renunciar a ti, a tus gustos, a tus comodidades, a tus privilegios para poder darte a otros. O sea, dar tu tiempo a aquel pariente o tu vecino solitario, tender tu mano a quien la necesita, apoyar esa obra de caridad tan urgente en aquella colonia pobre. A lo mejor también tendríamos que pensar en tantas comunidades tan necesitadas después de los desastres naturales…

Y no debemos olvidar las necesidades morales en las que puedes ayudar con tu presencia fraterna, cálida, cariñosa…No sólo se trata de dinero, que sí es importante. Pero, muchas veces un gesto solidario, una palabra de consuelo, un papacho de ternura es más valioso que dinero en efectivo.
Y luego, tenemos la oración. Esta dimensión de la vida cristiana que parece que va a la baja cuando en realidad es un recurso medular, invaluable para todo cristiano porque, mira, la oración es el lugar privilegiado para entablar una conversación íntima con tu Papá, con tu Padre Dios. Abrir tu interior para permitirle la entrada, con todo su amor, con todo lo que sólo Él te puede conceder. Abrirle tu corazón para dialogar con Él de tus cosas, tus sueños, tus anhelos, tus miedos, tus proyectos. Y pedirle sus dones, su misericordia, su generosidad, su amor para todos. Y agradecerle por todo aquello que derrama en tu vida, empezando por la vida misma. La amistad con Abbá, como le llamaba Jesús, es lo mejor que te puede pasar y se da maravillosamente en la oración.

Y la Cuaresma tendrá sentido entonces, tendrá un por qué, tendrá un para qué. Habremos crecido como personas en comunión con otras personas, y habremos crecido también como hermanos de Jesús de Nazaret al que habremos acompañado en este camino de crecimiento, de conversión.

Y llegaremos al Jueves Santo con un corazón dispuesto y un espíritu de alabanza y gratitud por el inmenso regalo que Dios nos da en la Eucaristía, por el misterio inefable de su Muerte por amor a nosotros, a mí, en la que fue vencida mi propia muerte. Y podremos cantar el gozo de la Resurrección, con la certeza de la propia resurrección.

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