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  • 25 de julio de 2024
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Por María de Bernal

Me encanta Tagore cuando dice que “en la naturaleza, la paz es tan profunda y tan insuperable porque nada de lo creado intenta salirse de sus límites”. Y sí. Aun cuando no seas muy observador, te das cuenta que todo en el universo obedece a leyes perfectas y sabes que en primavera los días son más largos que en invierno, por ejemplo; que en un año se suceden las cuatro estaciones igual que el año anterior y el anterior, y el anterior; y que en estas estaciones se van a dar los mismos eventos que los años anteriores; la primavera con su estallido de flores; el verano con las benditas lluvias y los campos reverdecidos, el otoño con la cosecha y el invierno, en que todo parece descansar hasta la próxima primavera; que la relación causa-efecto es perfectamente predecible por lo que ya sabes qué esperar si siembras una semillita y la cuidas: tendrás una plantita de aquella semilla.

De la misma manera, sabes que nunca un pez intentará vivir fuera del agua ni trepar un árbol, ni una tortuga competirá jamás con un jaguar o tratará de volar como una gaviota, así como tampoco un fresno nunca dará piñones, ni un rosal dará naranjas.

Relativamente nuevo es el descubrimiento del famoso ADN en todos los seres vivos. Y cada uno de ellos tiene el ADN propio de su especie. Por eso sabemos que el desarrollo y el comportamiento de cada ser tiene que ver con este código genético tan particular. Cada ADN es diferente, con características muy particulares y así estamos, cada cual con sus propias virtudes, cualidades y características muy propias y muy particulares, excepto, claro, el ser humano que quiere ser lo que no es, tener lo que no tiene y vivir una vida diferente de la que hasta hoy conocemos.

Que si la inmortalidad y no logramos dar sentido a los años que ahora tenemos; que si la superinteligencia para saber todo de todos y no podemos usar lo que sabemos para el bien de todos; que si el superbienestar, sin enfermedad, sin dolor, sin sufrimiento. Habría que preguntarse si sería avanzar en lo científico, en verdad, y a costa de qué. Tal vez se perdería justamente lo más humano de lo humano dando paso a seres artificiales de otra especie muy diferente. ¿Será eso lo que de verdad queremos? Porque debe quedar muy claro: no se trata de mejorar lo que ya está bien sino de modificar lo esencial para convertirnos en otra cosa. Lo que algunos llaman transhumanos o posthumanos.

Porque, además, parece que aquí no aplica ningún tipo de restricción ética, parece que lo que es técnicamente posible hay que hacerlo aunque avasalle la dignidad de las personas y sea reprobable en lo recto y lo humano. Y las consecuencias pueden ser devastadoras para la especie humana. Sólo hay que pensar un poquito en lo que podría suceder en unos años y usar el sentido común para darnos cuenta que tratar de eliminar nuestros límites no necesariamente sería una mejoría para la especie. Más bien parecería un abuso de nuestra libertad.

No está de más recordar que al llegar al sexto día de la Creación, Dios vio lo que había hecho y dijo que era muy bueno.

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