
Por María de Bernal
París le dio la bienvenida al mundo con una ceremonia simplemente espectacular, de esas que en más de algún momento nos puso la piel “chinita”, una ceremonia con un despliegue impresionante de creatividad, de imaginación, de originalidad, de historia, de innovación y de abundantes recursos financieros. Miles de participantes hicieron su trabajo en medio de la constante lluvia parisina con profesionalismo y un gran entusiasmo. Por primera vez en la historia, se realizó en la ciudad en espacios abiertos y no en un estadio, con el río Sena como centro del desfile y escenario de cada actuación realizada. Una inauguración olímpica memorable por muchas razones.
En una ceremonia de cuatro horas, los franceses nos llevaron a un viaje por una parte de la historia y de la cultura francesas con escenas representadas entre un bloque y otro de las embarcaciones donde viajaban las delegaciones de cada país. Una sorpresa fue Lady Gaga, con su disfraz de cancán, saliendo detrás de una cortina de abanicos de plumas rosas, muy francés.
Sorprendente fue también ver emerger de las aguas del río diez estatuas doradas con nombre y apellido, diez francesas relevantes en la historia del feminismo francés. Vimos la interpretación de “Imagine”, de John Lennon en medio de un piano en llamas. Todo esto mientras un encapuchado recorría París por calles, tejados, túneles, edificios como el Louvre, llevando la antorcha olímpica. Paseamos por París, por decirlo pronto.
Causó desconcierto, indignación y molestia el show montado por drag queens, vulgar y explícito, con una niña en medio de todo esto y que pareció una afrenta a las tradiciones de muchos países, además de no tener nada que ver con el deporte. Todo por lo que llaman diversidad.
Muy llamativo también fue el jinete plateado que cubría sus espaldas con la bandera olímpica recorriendo los seis kilómetros del río Sena en dirección a la Torre Eiffel. Hubo quien pensó que representaba a Juana de Arco por su armadura de cuero reciclado. Nada de eso, era la representación de la diosa del río, Sequana, que encarna la fuerza y la vitalidad del río y como protectora de las aguas, Sequana simboliza la fertilidad y la purificación.
El final del recorrido fue en las Tullerías, donde esperaba el pebetero. Éste estaba atado a un globo aerostático que se empezó a elevar al ser encendido.
Sencillamente impresionante, un final grandioso. No puedo dejar de mencionar la actuación de Celine Dion cantando como nunca, con esa voz excepcional, como final del final.
Pudimos ver que en las delegaciones deportivas hay la misma cantidad de varones que de mujeres, todo un logro si pensamos que antes no se admitía la presencia de deportistas mujeres en los juegos olímpicos.
Vale la pena ver la repetición de este gran evento para disfrutar en carne propia lo vivido ahí y, también, presenciar tanto lo deportivo como lo artístico y saber qué fue lo que provocó tanta polémica. En lo personal, me gustaría que los próximos juegos fueran más deporte que política, que fueran más olímpicos que ideológicos.