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  • 21 de agosto de 2024
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Por María de Bernal

A lo largo de nuestro día, es frecuente que nos hagamos preguntas de algo que nos gustaría que sucediera y no sucede. Y usamos frases como “si hubiera pasado tal…”, “si hubiera hecho cual…” y si alguien está con nosotros te dice, categóricamente: “el hubiera no existe…” Bueno, sí y no. No existe en el sentido de que es un tiempo del verbo que está en pasado, y el pasado ya no es. Cierto. Pero tan existe que lo estamos nombrando, que lo estamos imaginando, que lo estamos conjugando. Tan existe que nos ofrece un valiosísimo aprendizaje que vale la pena tener en cuenta.

En este mundo nuestro, tan lleno de retos positivos y conflictos negativos, podemos decir: “¿Qué pasaría si hubiera más amor, por ejemplo?” A lo mejor habría menos miedo, más seguridad, más confianza, más tranquilidad. Si hubiera amor, no habría rivalidad sino cooperación, participación, trabajo en equipo en un ambiente cordial, amistoso. Si hubiera amor, ojo, ni siquiera habría problemas, así como lo oyes; en cambio, sí habría desafíos, habría procesos en busca de solución, habría diálogo para intercambio de ideas y habría puesta en común de los talentos de cada quien para el bien de todos. Si hubiera amor, podrías ver al otro como a alguien distinto, diferente, muy a su manera y como alguien a quien amar, pero nunca como a alguien distante, amenazante, peligroso, a quien eliminar. Distinto, sí, pero no distante.

Hemos de reconocer que este “hubiera” sería importante, indispensable, en nuestra vida. Si todas nuestras decisiones estuvieran guiadas por esta interrogante, seguramente nuestra vida sería muy diferente, porque amar, necesariamente, nos hace cambiar nuestras actitudes, nuestras prioridades, nuestra visión de la vida. Ya se entiende que no hablamos del amor almibarado, rosita y sentimental de las telenovelas, sino del amor que requiere todo nuestro querer y nuestro esfuerzo, de nuestro anhelo de lo bueno y nuestras ganas de construir un futuro amable que empieza hoy.

Si el “hubiera” tiene que ver con el amor, estamos a tiempo de remediarlo. Es más, siempre se puede remediar. Se trata de no dejar pasar la oportunidad de poner amor ahí donde hay indiferencia, frialdad, hostilidad, mala voluntad, sufrimiento, dolor. Que los “hubiera” de nuestras vidas se conviertan en un gozoso “hay amor”, porque el amor todo lo alivia, todo lo transforma, todo lo ilumina. Además, el amor así vivido, no tiene final, siempre va a más. Construyamos en el amor, sin el fantasma del “hubiera”.

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