Por María de Bernal
Me permito compartir con ustedes algo cuya importancia es, creo yo, cada vez mayor. Porque es un abuso de los poderosos sobre los ignorantes, los débiles, los vulnerables, los que, por alguna razón, están poco acostumbrados a pensar o discernir. Cero verdad y sí mucha manipulación, envuelto todo en un profundo odio. Hago esto para conocer con más detalle estas realidades y no nos tomen desprevenidos y sepamos, bien a bien, qué está pasando y podamos decidir con sensatez. Ver la verdad, reconocer la verdad, no es fácil, pero es imprescindible si queremos actuar con rectitud y buscando el bien para todos.
Sucede que por allá de los años 50 empezaron a aparecer en la vida social frases como “el varón es, en la familia, el burgués opresor y la mujer es la proletaria oprimida por dos cosas, el matrimonio y la maternidad” y en Francia aparecieron dos filósofos que fueron determinantes en lo que hoy está sucediendo: Simona y Juan Pablo.
Aunque tuvo pensamientos estupendos, la frase estrella de Simona es: “No se nace mujer, llega una a serlo”, afirmando así que no hay coincidencia entre la identidad natural y el género. En 1975 declaró que: “No se debería permitir a ninguna mujer que se quedara en casa para criar a sus hijos.
La sociedad tendría que ser completamente distinta. Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existe tal opción, demasiadas mujeres la van a tomar” y fue de gran influencia hasta nuestros días.
Antes que ellos, a principio de siglo, Carlos Marx afirmó que los principales obstáculos para implantar el comunismo eran la familia monogámica y la religión católica. Por lo cual resulta que, según su modelo, la opresión de la mujer proviene del matrimonio y de la maternidad. Entendemos así que muchas mujeres, al día de hoy, prefieran permanecer solteras y no tener hijos. Y entendemos, también, esa agresión irracional hacia todo lo que huela a cristianismo.
Y luego, en medio de Simona y Carlos, alrededor de los años 30 y 40, aparece otro personaje que pretende llevar la ideología marxista al lecho conyugal: el opresor es el varón y la oprimida, la mujer. Segismundo sabe que la mamá es la trasmisora de los valores humanos y la religión y pretende pulverizar a la familia separando a los hijos de la madre deformando la tragedia de Edipo para que los hijos, que, según su teoría, han sido castrados por la madre y que es una bruja, se queden con ella y destruyan al padre. Este mismo personaje afirma que mientras exista una imagen paterna al interior de las familias, será imposible terminar con la idea de un Dios Padre. Por lo tanto, hay que extinguir el patriarcado y, una vez más, a la Iglesia Católica.
Este mismo Segismundo dice que el “instinto sexual” es el único en el ser humano, lo cual es una gran mentira, como sabemos. Podemos hablar de, por lo menos, 11 impulsos o pulsiones fortísimas y, curiosamente, en primer lugar, el llamado “instinto religioso”, tan fuerte que si no se educa se puede convertir en supersticiones o cosas peores. Y lo estamos viviendo hoy.
Tenemos, por contraste, pensamientos como que la mujer, con su capacidad única de compasión, con su intuición y su tendencia natural a “cuidar”, sabe en modo sublime ser, para la sociedad “inteligencia y corazón, que ama y que une”, llevando amor donde no lo hay y poniendo humanidad donde al ser humano le cuesta encontrarse a sí mismo.
En estos días convulsos, hagamos un alto para preguntarnos cuál será nuestra lucha en torno a la mujer. Dependerá, claro está, del concepto que tengamos de ella.