Por Norine Raja vía Glamour
Yorgos Lanthimos lo hace de nuevo con Kinds of Kindness. Sintetizadores, una línea de bajo embriagadora y la voz de Annie Lennox. A veces no hace falta mucho para emocionar al público de Cannes, como esta explosiva introducción musical a Kinds of Kindness, de Yorgos Lanthimos, con la melodía de «Sweet Dreams (Are Made of This)», de Eurythmics. La elección de este título no es coincidencia, ya que resume perfectamente el mensaje del director: «Todo el mundo busca algo. Algunos quieren utilizarte. Otros quieren ser utilizados por ti. Así que la vida es una constante lucha de poder». Así es como funciona.
El misterio de RMF
Iniciado durante la postproducción de su último largometraje Poor Things, Kinds of Kindness es un tríptico unido por temas comunes, una propensión a lo enigmático y una figura recurrente: RMF, que sólo se identificará y encarnará en pantalla en el primer opus, «RMF se muere».
Como introducción, un miserable oficinista que, a cambio de una vida cómoda, se somete a las perversas y peligrosas exigencias de su jefe. En la segunda parte, «RMF roba», un policía afronta la ausencia de su mujer, una investigadora desaparecida durante una expedición marina. «RMF quiere un bocadillo» concluye esta colección de relatos, protagonizada por dos miembros de una secta en busca de un taumaturgo.
Un vals de actores
Para su regreso a la competición en el Festival de Cannes 2024, del que ha desertado en los últimos años en favor del Festival de Venecia, el director griego vuelve a sus raíces con su largometraje más austero desde The Killing of the Sacred Deer en 2017. Adiós al romanticismo y la estética retrofuturista de Poor Things o a la intriga cortesana y el anacronismo de The Favourite.
Kinds of Kindness es un proyecto mucho más modesto, rodado en localizaciones de Nueva Orleans, con un puñado de actores que cambian de papel en cada capítulo. El reparto incluye a la siempre excelente Emma Stone, ganadora de dos Oscar, al genial actor Willem Dafoe, al brillante Hong Chau (visto en Watchmen y Le Menu), al igualmente talentoso Mamoudou Athie, a la muy de moda Margaret Qualley y a Joe Alwyn, demasiado infrautilizado en el cine. Sólo Dafoe encarna el mismo arquetipo: la figura de autoridad.
¿Has dicho bizarro?
Sobre todo, Yorgos Lanthimos vuelve a trabajar con su colega Efthimis Filippou, coguionista de sus cuatro primeras películas. Los que detestaron Dogtooth o The Lobster pueden estar avisados: hay la misma sensación de extrañeza, apoyada aquí por piano y coro, diálogos lacónicos, un sentido del encuadre siempre inesperado y una visión del mundo bastante cínica.
En cuanto a la forma, hay planos panorámicos (¡una novedad!) y flashbacks en blanco y negro que subrayan más de un contraste. Cada parte está enlazada, alimentando a la siguiente, a veces de forma inesperada. Como la obsesión por la carne o la recurrente cuestión de la comida. Otros se ajustan a las obsesiones del cineasta: la muerte y el nacimiento, la presión social, la manipulación. ¿Qué creencias (a veces inverosímiles) nos guían y nos aprisionan? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para ser amados y aceptados?
Como dicta la forma, cada sección se abre con total opacidad, manteniéndonos en vilo y cerrándose con un final impactante. No nos cansaremos de repetirlo: los dos guionistas combinan un sentido de la narración (a veces absurdo y fantástico al estilo de The Twilight Zone) con un humor negro e irónico irresistible. El conjunto es desigual, pero convence por una audacia nada vana. Con esta película, Yorgos Lanthimos demuestra una vez más su talento y su singularidad. Un soplo de aire fresco en una industria cada vez más formateada.
En cines el 26 de junio.
Artículo originalmente publicado en Vanity Fair; adaptado por Roberto Sierra.